El Huerto Urbano de Añaza
José Luis Audicana, coordinador del proyecto: “Se les da bien la solidaridad entre ellos y realizan trueques para tener de todo”
Todo empezó con el reparto que hacía el Banco de Alimentos de la Fundación Canaria El Buen Samaritano. “Entregábamos leche, pasta, arroz… pero nos dimos cuenta de que a las familias a las que les dábamos las bolsas les faltaba el producto fresco, que además es lo más caro”. Lo explica José Luis Audicana, coordinador del Huerto Ecológico de Añaza, en el que en la actualidad cultivan sus verduras y hortalizas 33 familias del barrio.
Justo al lado del Banco de Alimentos un particular les cedió la parcela de forma gratuita para crear el huerto urbano y se pusieron manos a la obra. En tres meses estaba listo y a los cinco meses recogieron su primera cosecha. Y ya tienen la certificación de huerto ecológico junto al cual se han instalado unas 45 gallinas. Sus huevos ecológicos desparecen del mercadillo que montan los sábados en un abrir y cerrar de ojos.
José Luis Audicana reconoce que algunos de los usuarios del Huerto Ecológico de Añaza “no tienen ni idea el primer día que llegan a su parcela”, así que hay que enseñarlos cómo se planta “para que, por ejemplo, no pongan las zanahorias todas juntitas para tener espacio para más cosas”. El coordinador del huerto les explica también “cómo rotar los cultivos, a combinar millo con papas y así reforzar la tierra de cultivo”.
Las anécdotas. Pero lo cierto, admite, es que “no son agricultores y se desesperan por ver crecer los tomates, por ejemplo”, o creen que el riego por goteo es poco y más de uno a agrandado los agujeros por donde sale el agua, con lo que se pierde presión y otra zona de la huerta queda seca. “Pero luego van aprendiendo y se entusiasman”.
Contra las plagas luchan con decocciones que hacen ellos mismo con ortiga, magarza… aunque no son tan eficaces como los insecticidas, pero les permite la calificación de ecológico al huerto. José Luis Audicana recuerda que uno de los usuarios del huerto le comentó “me voy a cargar un bicho rojo que tengo en las verduras” y resultó ser un depredador de las plagas.
También luchan contra las malas hierbas, pero “lo que se les da bien es la solidaridad entre todos los vecinos. Siempre hay voluntarios que vienen a ayudar o cuidan del huerto cuando sus vecinos, por ejemplo, caen enfermos y no pueden atenderlo. Y también hacen trueques entre ellos para tener de todo”. De todo menos apio, “que no le gusta a ninguno, y calabaza, que ocupa mucho espacio”, así que José Luis Audicana ha terminado plantándola junto a los muros de piedra.
La idea surgió porque el Banco de Alimentos no repartía productos frescos, que además son los más caros
Lo cierto es que al final “consiguen dejar los problemas fuera y pasar un buen rato viendo cómo crecen sus cultivos”. Siempre, según el coordinador del Huerto Ecológico de Añaza, se planta un poquito más de lo que necesita cada familia. Ese excedente te vende, todos los sábados, en el mercadillo que habilitan en el mismo huerto y con lo que sacan se compran más semillas, abono, el riego, de manera que el huerto es ahora autosuficiente.
El éxito del Huerto Urbano de Añaza ha modificado, incluso, la ruta de paseo de los vecinos, que ahora pasan por allí sobre todo para enseñárselo a los niños. De hecho, algunos de los usuarios llevan a sus hijos cuando van a trabajar en su parcela “y es muy gracioso ver a lo pequeños descubrir cómo nacen los tomates y exclamar ¡es igual que el que hay en la nevera!”.
Cocina y medio ambiente. Los vecinos cultivan su huerto, pero no acaba ahí la cosa. La Fundación Canaria Buen Samaritano, con la colaboración de la Fundación Endesa, dispone de otro solar que cultivan otros usuarios: los alumnos del Programa de Cocina y los del Programa de Educación Ambiental. De esta manera, se familiarizan y aprenden a conocer el producto que, los primeros, van a cocinar luego.
De hecho, la Fundación Canaria Buen Samaritano y el Huerto Ecológico de Añaza comparten espacio con el Barranco Urbano de Añaza, rehabilitado y que ahora acoge un curso de certificación ambiental para los alumnos que participan en él.
Economía colaborativa. Un sábado, de vez en cuando, se produce un ejemplo claro de lo que se llama economía colaborativa: el Área de Medio Ambiente del Cabildo de Tenerife pone las plantas (cardones, tabaibas, jazmín silvestre…), los vecinos y voluntarios se ponen manos a la obra, los alumnos del módulo de cocina de la Fundación Buen Samaritano prepararon el desayuno y el almuerzo con productos del Huerto Ecológico que gestionan los vecinos y cuyos excedentes venden para comprar semillas, los alumnos del módulo de educación ambiental aprovechan la actividad para formarse y los vecinos que viven junto al Barranco Urbano de Añaza ven cómo su entorno mejora. Esto es un ejemplo de desarrollo sostenible en el área del Ecoeje Birmagen-Añaza.